martes, 2 de mayo de 2017

lectura 2

SEGUNDA PARTE (1939):
Los chicos siguieron viviendo en la cueva excavada por ellos mismos.
Gracias a la ayuda de sus amigos y familiares, la pesca y algún que otro robo a autobuses de la zona,
lograron sobrevivir en los crudos inviernos en León.
Ángel bajaba a menudo al pueblo a ver a su hermana y a su padre; también solía visitar a una amiga llamada María.
Los soldados seguían amenazando a los campesinos y, sobre todo a los familiares de los huidos especialmente a Juana y a su padre. Una noche, como tantas otras, Ángel visitó la casa de María. Posteriormente, en cuanto los guardias se marcharon de casa de su padre, Ángel se acercó y contempló el rostro consternado de su padre debido al apelamiento de su hija por parte de los guardias, quienes la habían encerrado en la cuadra y maltratado.

En un intento por robar la tienda del pueblo Ángel mató a un hombre en defensa propia.
Esto dificultó aún más las cosas, así que los tres soldados decidieron planear la huida.
Para ello, se reunieron con el jefe del apeadero, antiguo amigo del padre de Gildo.
Este tenía contactos que les podían facilitar el viaje hacia Francia.
Los tres amigos decidieron viajar con el intento de evasión, aunque Gildo no quería abandonar a su mujer e hijo.
Necesitaban dinero para pagar a los enlaces, por tanto decidieron raptar al dueño de la mina donde trabajaba Ramiro a cambio de un rescate. Éste vivía en un caserón cercano y Ramiro estaba seguro del pago del rescate. Los tres amigos entraron en la casa raptando al dueño de la misma.

Antes de marcharse indicaron a su mujer la cantidad, el modo y lugar del rescate.
Ramiro advirtió a la mujer del peligro que correría su marido si llamaba a la guardia civil,
pero ella haciendo caso omiso de las advertencias puso al corriente a las autoridades.
A la entrega del rescate la guardia civil abre fuego y se produce un tiroteo. Ramiro cumple su palabra y mata al hombre.


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